Archive for octubre 2010

Me muero mañana

octubre 27, 2010

Hoy (26 de octubre de 2010), por obra y gracia de un hijo-de-puta taxista que se pasó un semáforo en rojo y por poco me borra de este planeta envuelto en un asqueroso charco de sangre y órganos esparcidos en las calurosas calles de Valledupar, se me dio por pensar, dos cuadras después cuando ya había interiorizado y racionalizado el susto que me pude haber muerto.

La experiencia fue reveladora; pude haber muerto porque estaba concentrado en un álbum recién descargado que embelesadamente escuchaba en mi iPod, porque confié en la buena fe de los choferes vallenatos y su respeto por las normas de tránsito, pude haber muerto porque simple y sencillamente para morirse sólo se necesita estar vivo.

Esta revelación no había estado en mí desde mis épocas de lector empedernido – universitario – pseudointelectual, cuando leía y releía (entre otros) a Carlos Castaneda y las enseñanzas de Don Juan; Don Juan, pues, fue el primero en sacarme en cara que mi vida y la de un insecto son igual de efímeras.

En ese entonces lloré, un poco por la borrachera en la que amanecí un día de semana cualquiera, un poco porque es cierto.

Hoy casi lloro de la rabia, porque un hijo-de-puta inconciente e iletrado taxista por poco me mata ahí en la calle, en tenis y medias blancas, con la espalda lavada de sudor porque recién salía del gimnasio, por esa manía treintañera de bajar la barriguita champetera que tanto les critiqué a mis compañeras de universidad.

Ya en la casa un poco más calmado y menos sudoroso, empecé a pensar en dos cosas principalmente: la primera, que uno no puede vivir la vida como si mañana se fuera a morir; por un lado porque nadie tiene plata para eso, por otro porque tiene que trabajar. Y segundo, si tuviera la certeza, la desafortunada certeza de que uno se va a morir mañana, mierda, ¿Qué hacer? ¿Qué pensar? Complicado.

Entonces se me dio por escribir estas líneas para mis más queridos, y una especie de diatriba póstuma a mis menos queridos, por si un día de estos me topo de nuevo con el maldito taxi de placa UWS-noalcancéavermás, me veo involucrado en una pelea de borrachos, se cae el avión en el que voy, me asfixio con una espina de bagre o en términos generales, cuelgo los guayos por cualquier causa.

Aquí están mis posibles últimas palabras:

Mamá, usted es una berraca, a usted le debo todo, para nadie podría sonar más sincero mi agradecimiento como para usted, la quiero mucho (PD: el seguro está a su nombre)

Papá, ni se le ocurra aparecerse por mi tumba, aún lo aborrezco y lo haré desde el más allá. El que me abandonó fue usted, no sea pendejo.

Hermanos míos, los quiero mucho, si puedo y si el cielo existe (aunque no creo) desde allá les hecho un ojito. (PD: el seguro quedó a nombre de Yaki también porque es la menor, no sean envidiosos)

Tíos, tías, primos, primas, demás familiares que conocí y aquellos a los que no alcancé ni a conocer, disfruten la vida y no jodan tanto; los quise a mi manera. A los que me conocieron saben que a pesar de ser un poco irresponsable y tonto fui una buena persona, no lo acepten porque me morí, acéptenlo porque es verdad así no lo hayan reconocido en vida. Todo bien.

Amigos y amigas, los valoro mucho y jugaron un papel muy importante en mi vida. Me hicieron demasiada falta cuando me fui de Popayán. Gracias a aquellos que me quisieron desde la época en la que yo era un verdadero gruñón y una mierda completa, un antipático imbécil, ustedes saben quienes son, por eso los quiero más. No lloren, ríanse en mi nombre.

Mujer a la que alguna vez cortejé y no me dio ni un pinche beso, allá en la eternidad (si nos encontramos) no la voltearé ni a mirar, ya qué.

Mujer a la que ofendí por ese típico comportamiento mío de no demostrar mis sentimientos, qué pena, lo siento mucho, en el fondo de mi ser, en algún lugar está ese amor que muy a mi estilo y por goticas alcancé a brindar. Siento haberle hecho pasar un mal rato.

Ex novia a la que tanto amé y decepcioné, no le quiero sacar nada en cara, mucho menos ahora que soy esta masa inerte y desagradable, pero mire usted, si me hubiera perdonado y me hubiera dado una segunda oportunidad en este momento estaría vivo y seguramente mañana de desayuno le prepararía huevos, tostadas francesas, tocineta, jugo de naranja y café, le hubiera dado un beso y le hubiera dicho con mi voz y no por escrito, que la amo. Orgullo creo que le llaman a eso.

América de Cali, mi equipo del alma. En este momento sí deseo que haya un más allá y desde allá sé que lo voy a ver campeón de la libertadores, no tengo afán, puedo esperar.

Carlos Slim, dueño de COMCEL: trate de enviar un e-mail con un archivo adjunto de dos megas desde ese módem que quedó encima de mi escritorio, trate (malparido).

Señores taxistas, no se pasen los semáforos en rojo, no importa la hora. Y recojan a la gente para llevarla a su casa cuando esté lloviendo (desconsiderados, sinvergüenzas)

Compañeros de trabajo, escuchar rock no hace a nadie marihuanero, yo hasta detesto el cigarrillo (ya ven, no morí de cáncer). Es una pena que la canción que más les agradó de las que ponía fue ‘El reguetón del Suri’ de la Tigresa del Oriente. Triste que una persona con tan amplio conocimiento musical sea recordada por esa, pero bueno, algo es algo.

Aerolíneas colombianas, bajen los precios. Mucha gente se morirá sin conocer el mar porque sus tiquetes son muy caros, y el mar mis queridos gerentes, es algo que todo el mundo debería disfrutar.

Sistema financiero colombiano, ya me morí, espero que les alimente mucho mi presencia póstuma en Datacrédito, perdonen de todos modos por atrasarme una semana en el pago del puto celular.

Profesores del posgrado, secretarias, vigilantes y tesoreros de empresas y uno que otro personaje que me hizo la vida de cuadritos, espero poder volver en forma de ectoplasma espantoso y asustarlos (ja ja).

Hija que nunca tuve, los muñequitos que están encima del escritorio son para ti.

Ya en este momento las lágrimas me ahogan y no me acuerdo de más, puede que se me esté quedando gente y otros aspectos importantes de mi vida, pero recuerden unos y otros, aunque no los haya abrazado, no se los haya dicho y alguna vez les dije alguna cosa de manera incómoda, a todos, todos, los quise a mi manera, silenciosa o poco ortodoxa, pero sincera.

Hasta luego.

PD 1: a los que me tenían en Twitter, ya me pueden dar unfollow.
PD 2: quien vaya a coger mis libros, espero que los lea.
PD 2.1: quien vaya a llevarse mi música, que la escuche y la aprecie.
PD 3: quien se vaya a llevar el portátil Toshiba, la clave es mi fecha de nacimiento y no funciona la doble ú.

Valledupar, 26 de Octubre de 2010.

Cuando se extraña un chontaduro.

octubre 24, 2010

Para mi abuelita Alicia, en el décimo aniversario de la llorada más grande de mi vida por su fallecimiento.

Hay dos ciudades que han marcado mi vida, Popayán y Cali.

En Cali viví mi adolescencia aunque paradójicamente no tengo amigos de esa época, sólo recuerdos de situaciones.

En Popayán disfruté esa gloriosa época del ser estudiante universitario; allí si dejé amigos, un corazón, infinitas gracias y muchas alegrías.

Hoy, varios meses después de estar alejado de esas dos ciudades me he puesto a pensar en qué es lo que extraño de ellas, qué es lo que hace que me cueste tanto despertar cada día en una ciudad que no me acoge como hicieron aquellas dos capitales tiempo atrás.

De Cali podría decir que extraño la alegre paleta de colores que son los buses urbanos, o esas panaderías donde el aire está lleno del olor a pan de yuca gigante, pan cacho, buñuelos recién hechos y las vitrinas llenas de Leche San Fernando. No sé si lo que extrañe sean los paseos de río a Pance, en esos buses Blanco y Negro grandotes o ir a piscina en algún centro recreativo de Comfandi.

Puede ser que mi mente divague en ese recorrer la ciudad en un Papagayo ruta 6 escuchando Olímpica y tarareando mentalmente canciones de salsa que inexplicablemente me aprendía; pienso además en los almacenes La 14, llenos de vigilantes malencarados que lo perseguían a uno por todos los pasillos cuando entraba con el uniforme del colegio.

Quizás extrañe esas flores que según la canción son las caleñas, o el hecho básico y avasallador de saber que es en Cali donde vive mi familia, puede ser, no sé.


Con Popayán pienso que es más sencillo. Anhelo esas calles estrechas, rodeadas de paredes blancas que se vuelven de bronce cuando llega la noche; con la garganta hecha un nudo recuerdo esos atardeceres deslumbrantes que se repiten día a día renovándose en nuestros ojos. Y claro, como olvidar las empanaditas de pipián.

Recuerdo las noches de amigos y amigas (que tanta falta me hacen), el caminar por cuatro calles y saludar a diez conocidos cuando menos; atravesar ese Parque Caldas que parece una sala de recibo, lleno de árboles, flores y sillas bonitas llenas de viejitos amables, vendedores de cholaos y fotógrafos que parece que no envejecen.

O tal vez puede ser que mi alma grite por volver a Popayán porque fue allí donde estuve putamente enamorado, quién quita, puede que sea así de sencillo.

La respuesta puede estar alrededor del hecho que en la ciudad blanca de Colombia, en las esquinas de su histórico centro podía comer chontaduros, esos frutos fibrosos, exóticos y anaranjados que llenos de miel saben a felicidad.

Sí, creo que lo que más extraño es que allá, en esas dos ciudades de mi corazón la gente me saludaba y yo, feliz, podía comer chontaduros.

Valledupar, 23 de Octubre de 2010.

Titoce

octubre 10, 2010

Para mi amiga Heidy

Hace 20 años -si mi memoria no me falla- visité Tierradentro, en una de esas tantas ocasiones que me llevaron a buscar en esos hermosos parajes la memoria de mi pasado y el cariño de mis abuelos.

Allí, -entre otras cosas- estuve en el Hospedaje de la Tia Marta. Esta hermana de mi abuela, es uno de los seres más bonitos que conozco, una mujer jovial de dientes de oro y cabello plateado, gran conversadora, quien tiene un maravilloso acervo de anécdotas entretenidas.

En esa acogedora casita azul que la Tía regenta hace quien sabe ya cuantos años, algo me llamó poderosamente la atención. En una pared había un poema enmarcado en retablo, firmado con el pseudónimo ‘Titoce’. El poema me pareció divertido, sencillo, bonito y lo memoricé.

Desde ese entonces tuve esos versos en la cabeza y quise conocer más de este autor, a quién en alguna olvidada nota de prensa alguien llamó ‘dilecto, de silvestre inclinación poética’.

Poco a poco durante mi vida en Popayán me di cuenta que, a pesar de haber nacido en la ciudad blanca de Colombia, ‘Titoce’ es prácticamente un autor desconocido allí. En algunos círculos sociales hablaban de él como un tipo de buena familia, excéntrico, loco, empedernido fumador, descripción no lejana del estereotipo de los escritores, mucho menos de los poetas.

Por esas casualidades de la vida comenté a una amiga todo este cuento y mi sorpresa fue mayúscula cuando me dijo que ‘Titoce’, ese poeta que admiré por años y a quién siempre deseé conocer, es su vecino. Según lo que me contó vive encerrado en su apartamento, fuma todo el tiempo y de cuando en cuando pega uno o dos poemas en la cartelera del conjunto o sale a darse una vuelta en su bicicleta. Me dijo también que es una persona muy amable, educada y divertida.

Ahora, lejos de esa ciudad que tanto quiero, deseo conocerlo algún día, conversar con él y escuchar personalmente sus historias, su vida, sus poemas.

Poemas sencillos, bonitos, divertidos y sinceros, como este que comparto aquí, uno de los tantos que ‘Titoce’ publicaba en la cartelera. Mi amiga los guardaba y me los regaló hace varios días, en mi reciente visita a Popayán.

Valledupar, octubre 10 de 2010.